El modelo FMI para la Argentina, por Javier Lewkowicz
El Gobierno publicó una serie de informes del FMI sobre sus evaluaciones de la economía argentina cuando el kirchnerismo impedía las auditorías anuales. Allí pedía un duro ajuste, incluidos salarios y jubilaciones, y sugería las medidas que está tomando Macri.
“El tipo de cambio supera inmediatamente en 20 por ciento el nivel del mercado paralelo proyectado para fines de 2015. El cepo a las transacciones no tarda en levantarse. El Banco Central deja de inmediato de financiar el presupuesto y la consolidación fiscal se centra en racionalizar los subsidios energéticos. La política monetaria reacciona con un alza abrupta de las tasas de interés. El escenario se traduce en un pico inflacionario (más de 40 por ciento) y de crecimiento negativo de los salarios reales que comprimen el consumo”. Lo anterior es una descripción bastante ajustada de los hechos económicos durante el primer trimestre de gobierno de Mauricio Macri. El encomillado dice algo más: es el “escenario ilustrativo” que planteó el Fondo Monetario Internacional (FMI) en un documento de abril de 2015 sobre la economía argentina post elecciones.
El informe fue publicado por el Ministerio de Hacienda y Finanzas junto con otros trabajos del Fondo sobre la realidad nacional. No sólo muestra que el plan económico de Macri y del ministro Alfonso Prat-Gay es calcado al del organismo sino que también presenta indicios de las presiones que el Fondo puede llegar a ejercer para endurecer la línea económica.
“Un programa de políticas creíble y sostenido corregiría dos grandes distorsiones: déficit fiscal y la emisión monetaria y el cepo cambiario generalizado”, era el diagnóstico del Fondo. El documento describe que “los ámbitos en los que más se redoblaron las presiones fiscales en los últimos años son el de las transferencias al sector privado y las jubilaciones, que combinados aumentaron más de 6 por ciento del PBI entre 2007-14. Esto ha generado desequilibrios fiscales, subsanados con la creación de dinero”. El camino propuesto, para variar, era el ajuste. Sugería eliminar controles cambiarios y mitigar el impacto inflacionario a través de una severa restricción fiscal y monetaria.
La vuelta de lleno a los mercados financieros que el macrismo espera lograr en el corto plazo reencontrará al país con viejos conocidos, entre ellos el FMI, con quien se mantuvieron relaciones distantes en la última década. El primer gesto del Gobierno fue el anuncio de Prat-Gay de que Argentina volvería a aceptar el monitoreo previsto en el Artículo IV de su estatuto, que el kirchnerismo logró evadir luego de la cancelación total de la deuda con ese organismo en 2006. En la línea del acercamiento está la publicación de informes que el Fondo hizo sobre la economía argentina durante los últimos años. El que estima la evolución para 2015 es revelador porque esboza un plan de cara al recambio presidencial.
No se trata solamente de encontrar la gran cantidad de similitudes entre el plan del Fondo y el que hasta ahora ejecutó el Gobierno. El FMI sugiere en algunos pasajes que el ajuste debe ser más salvaje que el que hasta ahora se aplicó. Por eso, esas recomendaciones podrían formar parte de las conclusiones de las próximas misiones que el organismo enviará al país.
“Una de las lecciones más importantes que ha dejado la experiencia de otros países es que la eliminación de los controles cambiarios deben ir acompañados por un ajuste creíble de desequilibrios fundamentales. Sin un ajuste tal, la liberalización del mercado cambiario puede producir grandes salidas de capitales, una corrección excesiva del tipo de cambio –como está sucediendo– y, posiblemente, una crisis de balanza de pagos”, advierte el FMI. “Análogamente, la decisión de mantener los precios internos (como las tarifas eléctricas) controlados y eliminar a la vez el cepo cambiario podría empeorar rápidamente la situación fiscal”, agrega el FMI en coincidencia con el macrismo, que empezó a aplicar el tarifazo.
“Las transiciones de un nivel de inflación alto (más del 50 por ciento) a uno bajo (menos del 10 por ciento) suelen estar basadas en el fortalecimiento de la disciplina fiscal y el endurecimiento monetario. Tras el pico inflacionario inicial producido por la unificación del mercado cambiario, habrá que restablecer la credibilidad de la política monetaria y fiscal para anclar las expectativas inflacionarias y bajar así rápidamente la tasa de inflación a un solo dígito”, refuerza el documento.
Pero el Fondo siempre va por más: “Si se igualaran los precios internacionales a la electricidad, el gas y los combustibles –es decir, si se eliminaran todos los subsidios– la inflación subiría 5 puntos porcentuales pero se produciría un impacto desinflacionario más o menos similar por la reducción del déficit fiscal”, dice. La ortodoxia percibe la caída de la inflación por el lado del déficit fiscal. Otra opción sería vincularla al hundimiento del salario, la demanda y el empleo. En este punto el FMI es incluso explícito: “La desindexación de sueldos y jubilaciones también podría ser una vía de consolidación fiscal y contribuiría a contener la espiral precios-salarios”.
El informe fue publicado por el Ministerio de Hacienda y Finanzas junto con otros trabajos del Fondo sobre la realidad nacional. No sólo muestra que el plan económico de Macri y del ministro Alfonso Prat-Gay es calcado al del organismo sino que también presenta indicios de las presiones que el Fondo puede llegar a ejercer para endurecer la línea económica.
“Un programa de políticas creíble y sostenido corregiría dos grandes distorsiones: déficit fiscal y la emisión monetaria y el cepo cambiario generalizado”, era el diagnóstico del Fondo. El documento describe que “los ámbitos en los que más se redoblaron las presiones fiscales en los últimos años son el de las transferencias al sector privado y las jubilaciones, que combinados aumentaron más de 6 por ciento del PBI entre 2007-14. Esto ha generado desequilibrios fiscales, subsanados con la creación de dinero”. El camino propuesto, para variar, era el ajuste. Sugería eliminar controles cambiarios y mitigar el impacto inflacionario a través de una severa restricción fiscal y monetaria.
La vuelta de lleno a los mercados financieros que el macrismo espera lograr en el corto plazo reencontrará al país con viejos conocidos, entre ellos el FMI, con quien se mantuvieron relaciones distantes en la última década. El primer gesto del Gobierno fue el anuncio de Prat-Gay de que Argentina volvería a aceptar el monitoreo previsto en el Artículo IV de su estatuto, que el kirchnerismo logró evadir luego de la cancelación total de la deuda con ese organismo en 2006. En la línea del acercamiento está la publicación de informes que el Fondo hizo sobre la economía argentina durante los últimos años. El que estima la evolución para 2015 es revelador porque esboza un plan de cara al recambio presidencial.
No se trata solamente de encontrar la gran cantidad de similitudes entre el plan del Fondo y el que hasta ahora ejecutó el Gobierno. El FMI sugiere en algunos pasajes que el ajuste debe ser más salvaje que el que hasta ahora se aplicó. Por eso, esas recomendaciones podrían formar parte de las conclusiones de las próximas misiones que el organismo enviará al país.
“Una de las lecciones más importantes que ha dejado la experiencia de otros países es que la eliminación de los controles cambiarios deben ir acompañados por un ajuste creíble de desequilibrios fundamentales. Sin un ajuste tal, la liberalización del mercado cambiario puede producir grandes salidas de capitales, una corrección excesiva del tipo de cambio –como está sucediendo– y, posiblemente, una crisis de balanza de pagos”, advierte el FMI. “Análogamente, la decisión de mantener los precios internos (como las tarifas eléctricas) controlados y eliminar a la vez el cepo cambiario podría empeorar rápidamente la situación fiscal”, agrega el FMI en coincidencia con el macrismo, que empezó a aplicar el tarifazo.
“Las transiciones de un nivel de inflación alto (más del 50 por ciento) a uno bajo (menos del 10 por ciento) suelen estar basadas en el fortalecimiento de la disciplina fiscal y el endurecimiento monetario. Tras el pico inflacionario inicial producido por la unificación del mercado cambiario, habrá que restablecer la credibilidad de la política monetaria y fiscal para anclar las expectativas inflacionarias y bajar así rápidamente la tasa de inflación a un solo dígito”, refuerza el documento.
Pero el Fondo siempre va por más: “Si se igualaran los precios internacionales a la electricidad, el gas y los combustibles –es decir, si se eliminaran todos los subsidios– la inflación subiría 5 puntos porcentuales pero se produciría un impacto desinflacionario más o menos similar por la reducción del déficit fiscal”, dice. La ortodoxia percibe la caída de la inflación por el lado del déficit fiscal. Otra opción sería vincularla al hundimiento del salario, la demanda y el empleo. En este punto el FMI es incluso explícito: “La desindexación de sueldos y jubilaciones también podría ser una vía de consolidación fiscal y contribuiría a contener la espiral precios-salarios”.
FUENTE: Página 12.